Guerra de la Independencia: operaciones en diciembre de 1810 y primeros meses de 1811 en el sur de la península
Rafael Vidal
Doctor en Historia por la Universidad de Granada
Entre 1808 y 1814 se conmemoran, de forma sucesiva y sin solución de continuidad, todos los hechos históricos militares, políticos, sociales y económicos, que acaecieron en la península Ibérica; todos ellos insertados en la guerra contra Napoleón, llamada de la “Independencia”, por los españoles y “Peninsular” por ingleses y franceses.
En marzo de 1811 tuvo lugar una operación de envolvimiento, contra las tropas imperiales, por un ejército combinado hispano-inglés, que culminó en la batalla de “Chiclana”, de la “Barrosa” o del “Cerro del Puerco”, según las fuentes, pero anteriormente y con tropas exclusivamente españolas, se pretendió efectuar el mismo movimiento, empleando para ellos las fuerzas que se encontraban en la serranía de Ronda y campo de Gibraltar, apoyados por algunos contingentes ingleses procedentes de las guarniciones de Gibraltar y Tarifa.
Antes que se produjeran estas dos expediciones militares, ambas de éxito táctico, pero desastroso en el nivel estratégico, se llevaron a cabo en el confín sur de la Península, una serie de acciones militares, que por su desconocimiento, es bueno relatar y sacar a la luz.
La existencia de unas unidades militares españolas en esta zona, era un problema importante, no sólo para los planes militares napoleónicos, sino para la propia administración del rey José I, el cual veía que la mayoría de las poblaciones de las actuales provincias de Málaga y Cádiz, obedecían al comandante general del campo de Gibraltar, habiendo sido nombrado a finales de 1810, el brigadier Bejines de los Ríos, al que posteriormente haremos alguna mención.
Este dominio de hecho de las fuerzas españolas, venía a ser como una espina clavada en el despliegue francés, dado que amenazaba las comunicaciones entre Sevilla y el resto de Andalucía y además impedía al mariscal Soult, duque de Dalmacia, disponer de las tropas suficientes para atacar al general Wellington por su flanco sur.
En el mes de octubre de 1810 se produce el desembarco hispano-inglés en Fuengirola, intentando apoderarse la plaza y puerto de Málaga, único con el que contaban los franceses para su comercio, avituallamiento y tráfico con el norte de África, amén de ser una base de corsarios. La expedición terminó en fracaso, siendo apresado el general británico que la mandaba, pero les hizo ver a los franceses que con el dominio del mar por parte de Inglaterra y las tropas españolas del Campo, podían volver a ser atacados en dirección a Málaga y Granada, decidiendo reducir a las guarniciones hispanas del campo de Gibraltar y serranía de Ronda, organizando una ofensiva sobre Algeciras.
Las comunicaciones con Sevilla, para los franceses, eran fundamentales, siendo clave para ello la posesión de la ciudad de Ronda, deseo infructuoso para las unidades guerrilleras de los serranos, aun contando con las piezas de artillería que la Regencia había concedido al general de la Serranía, Serrano Valdenebro, debido a que al ser de pequeño calibre, poco podían hacer contra las defensas construidas por los imperiales.
A principios de diciembre de 1810 el comandante de la costa de Levante –el brigadier Torres Valdivia es apresado El coronel Juan Espronceda, padre del ilustre poeta romántico José Espronceda, informa mediante oficio (publicado en el Diario de Casares) al general de la Serranía que la patrulla que mantiene en la “Chapa de Marbella” se ha comunicado con una cañonera, cuyo patrón le expuso que hacía unas cuantas horas habían avistado en la Cala del Moral a importantes fuerzas enemigas que avanzaban sobre Istán y Ojén y que tras haberle hecho fuego de cañón se habían retirado. Concluye el coronel diciendo que salía con las tropas que tenía disponibles a situarse en la orilla derecha del río Verde para detener el avance enemigo, solicitando los refuerzos necesarios.
Juan de Espronceda nació en 1750 y murió en 1833. Sentó plaza de soldado raso en el regimiento de caballería de “Borbón”, participando activamente en el bloqueo de Gibraltar. Tuvo a su hijo José en 1808 estando destinado en Badajoz. Su padre, Diego de Espronceda también militar procedía de Tafalla, Navarra. Seguramente el futuro poeta viviría aquellos primeros años en San Roque.
El general Sebastiani, comandante en jefe del cuerpo de ejército que ocupaba las provincias orientales andaluzas, había organizado una fuerte columna de mil quinientos hombres con alguna artillería con la intención de profundizar en el eje de levante y posteriormente alcanzar Gibraltar y su Campo, enlazando con las tropas del 2º cuerpo del duque de Bellune (mariscal Víctor), que eran las que sitiaban la plaza de Cádiz.
Pero el general Serrano y el coronel Espronceda no están dispuestos a dejar el campo libre a los franceses. El segundo, tal como se ha visto en el parte que remite al primero, toma posiciones en la orilla derecha del río Verde, cuya desembocadura se encuentra a unos ocho kilómetros de Marbella, esperando la llegada de las partidas de la serranía.
Las partidas congregadas para impedir el acceso al Campo de Gibraltar de los franceses son las de los pueblos de Istán, Ojén, Monda, Casares, Igualeja y Manilva, y la de Manuel Luque, pero en conjunto suman pocos hombres, dado que cada una cuenta con menos de medio centenar, excepto la de Casares que supera los doscientos. Faltan armas y municiones, por lo que el coronel Espronceda tiene que pedirlas a Estepona y Gibraltar.
Las posiciones españolas son buenas, permitiendo detener momentáneamente a los franceses, pero las municiones no llegan y estos atacan por el interior y la costa, llegándose al cuerpo a cuerpo con lucha a la bayoneta en algunos puntos.
Ante situación tan crítica y para evitar una masacre entre los serranos, Espronceda ordena, no la retirada, sino la dispersión y la concentración delante de Estepona, al objeto de defender esta ciudad, esperando ser reforzados por el ejército regular.
Según los partes españoles, los franceses pierden más de setenta hombres, por sólo dos heridos de las partidas, evaluación no creíble, a no ser que no se llegara a ningún enfrentamiento, sino que tras los primeros disparos y ante la imposibilidad de defensa, se ordenara la dispersión sin llegar al combate cuerpo a cuerpo. Aun así, es difícil que se hicieran setenta bajas de fusil al enemigo, dada la imprecisión del armamento de la época.
El 7 de diciembre las tropas del general Sebastiani se encuentran frente a Estepona. Los patriotas, desmoralizados por la anterior acción y ante la inexistencia de apoyo de alguna unidad militar, se dispersan nuevamente, entrando en la ciudad los imperiales, sometiéndola al mismo saqueo que días antes habían hecho con Marbella.
Apoyados en los tres castillos de Fuengirola, Marbella y Estepona, preparan los franceses el avance sobre el Campo de Gibraltar, con objeto de anular a la única autoridad cívico-militar que quedaba en Andalucía fuera de la isla de San Fernando.
El día 16 de diciembre, es decir cuando Soult quiere dar el golpe de gracia a la conquista de Andalucía, la Regencia promulga un decreto, publicado en la Gaceta de la Regencia de 11 de enero de 1811 por el que se reestructura la organización territorial española siguiendo criterios estratégicos y no como hasta ahora que la distribución lo era por la dependencia de las juntas de los antiguos reinos.
Por aquellos días es nombrado comandante general accidental el brigadier Antonio Begines de los Ríos, cuñado del ministro de la Guerra, José Heredia, siendo una de las primeras misiones que se le encomiendan, la constitución de una división de infantería con los batallones que formaban la guarnición del Campo.
El conocimiento del nombramiento del brigadier Bejines de los Ríos como comandante general del campo de Gibraltar y del conjunto de unidades regulares, muy superiores en número y capacidad de combate de las que disponía, aconsejan a Sebastiani, tras consultarlo con su jefe, el mariscal Soult, no adentrarse más allá de Estepona, enlazando a través de destacamentos y puntos fuertes con Ronda, para mantener expeditas las comunicaciones con Sevilla.
Poco se conoce sobre las operaciones que se llevaron a cabo, por ambas partes, desde mediados de diciembre de 1810 hasta febrero de 1811, en que se inicia el primer movimiento envolvente sobre Cádiz. Existe un documento, de indudable valor histórico, que narra una acción bélica, aunque para la marcha de la guerra, poca importancia tiene, pero que por quedar reflejado documentalmente y consistir en un ataque de tropas españolas sobre las comunicaciones con Sevilla, vamos a hacer mención en este recuadro de la historia.
Si Bejines había constituido una división del ejército regular en el campo de Gibraltar, el comandante general de la Serranía, el jefe de escuadra (vicealmirante en la terminología actual), Serrano Valdenebro, hace lo propio con las unidades que dispone, habiéndole sido asignado para ello un grupo de oficiales de estado mayor, entre los que se encontraban, Tomás Maupoey, Manuel Huertas y Cipriano Mauleón.
Serrano organiza su comandancia en seis cantones, coordinando los de la zona norte, con base en Ubrique el brigadier Surga y Cortés, los del este por el de igual empleo, González Peinado que tenía su cuartel general en Yunquera, mientras que el propio general en jefe, con su puesto de mando en Gaucín atendía a las avenidas sobre Jimena de la Frontera y Estepona.
Siguiendo con las órdenes establecidas por la Secretaría de Guerra, sita en Cádiz, se prepara una agrupación, al mando de capitán de milicias y vecino de Zahara, Pedro Pineda, para atacar la guarnición francesa de dicho pueblo, con el ánimo de apoderarse del castillo y añadirlo a la lista de puntos fuertes españoles, para amenazar las comunicaciones entre Ronda y Sevilla.
De esta acción existen dos documentos que lo narran, ambos del mismo autor, el general Serrano Valdenebro, pues bien, los dos muestran disidencias en el planteamiento y en el desarrollo de la acción.
La cartografía militar en España era muy escasa, de tal manera que los planos no servían para el planeamiento previo a un combate o batalla, ni siquiera para los movimientos de las unidades sobre el terreno, sino que se levantaban con posterioridad a la acción, como forma de clarificar gráficamente los pormenores de la misma, acompañándolos lógicamente de una detallada organización de las fuerzas en presencia, cuando menos las propias.
La acción que se lleva a cabo contra el castillo de Zahara de la Sierra es plasmada cartográficamente por Cipriano Mauleón, del estado mayor del jefe de escuadra y marino como él, conservándose el plano en la cartoteca histórica del Servicio Geográfico del Ejército con el número 970 (Figura 2).
En la leyenda que acompaña al plano, se hace constar que participaron en el asalto al castillo, dos medias compañías –guerrillas las llama Mauleón- del Provincial de Ronda, al mando de los tenientes José Luis Noguera y Juan Machado, y otra media del regimiento La Reina con el de igual empleo Domingo Surga.
Sin embargo en el “Manifiesto a la Nación”, que el propio Serrano Valdenebro publica tras la guerra, con objeto de justificar sus errores, expresa que la columna se componía de doscientos cincuenta hombres de los batallones de La Reina y Milicias, todos ellos al mando del sargento mayor del primero, así como setenta caballos del escuadrón de Ubrique al mando de los oficiales Sierra y Jerónimo Lugo.
No importa mucho el hecho de los componentes, simplemente se ha mostrado para hacer ver la disparidad de datos que generan las diversas fuentes consultadas sobre la Guerra de la Independencia en el sur de la Península, de tal forma que hasta en principio la misma fuente tiene contradicciones en sus informes.
La realidad es que al anochecer del 11 de enero de 1811, entraron en el pueblo de forma sigilosa los expedicionarios. Hay que imaginarse que Pineda, asesorado por el comandante/teniente coronel del batallón de la Reina, mantendría a la caballería fuera de la población, montando la seguridad de combate tan necesaria en caso de tener que retirarse o en previsión de la llegada inesperada de fuerzas enemigas, siendo, tal vez, la razón por la que Mauleón no recuenta entre los medios propios a esas dos compañías de caballería del escuadrón de Ubrique.
La guarnición francesa se componía de cincuenta soldados, encontrándose en su mayoría descansando, no previéndose ningún ataque inminente tan al norte y en plena línea de fortificaciones que cercaban el llamado campo de Gibraltar o de San Roque. La partida de la Reina escaló con cuerdas la torre principal del castillo, dominando con ello al resto del recinto, mientras que las otras dos medias compañías se apoderaban de dos casas que cerraban una posible salida de los defensores. Mauleón, hay que imaginarse que para enaltecer a Pedro Pineda, que murió en la contienda, afirma que la tropa subió hasta la torre izándose por una cuerda sostenida, gracias a la “extraordinaria fuerza” del ilustre patriota. Hay que pensar que Pineda, bien solo o acompañado, subió hasta lo alto del castillo y desde allí echaría unas cuerdas atándolas a las almenas, para que a través de ellas pudieran izarse los asaltantes.
El valeroso mando de la columna, al frente de hombres bajó de la torre hasta donde se encontraba la guardia, atacando a los desprevenidos soldados franceses a los que dejó muertos o heridos. Después de los primeros disparos se dio la voz de alarma y los soldados de la guarnición se encontraron encerrados en el estrecho espacio de sus dormitorios, esperando Pineda la rendición incondicional ante la imposible defensa y llegada de refuerzos.
En este punto comienza la oscura trama, indicando tanto Mauleón como el propio Serrano que de forma inexplicable los asaltantes de la torre abandonan el castillo y huyen, quedando Pineda con los que habían bajado con él en inferioridad numérica con respecto a los sitiados, los cuales al darse cuenta de la situación hacen una salida del recinto donde se encontraban y dan muerte a Pineda y sus compañeros.
El general Serrano en el parte que remite a la secretaría de Guerra solicita una recompensa para un sobrino de Pedro Pineda de doce años, afirmando que subió a la torre con una bandera, sin que obtuviera contestación a su petición.
Una huida, ante una situación de pánico, no era propia de unidades regulares, por mucha falta de instrucción y adiestramiento que tuviesen, entrando más en las vulnerabilidades que tenían las unidades de milicias. Por ello parece más acertado el relato de Valdenebro al decir que participaron doscientos hombres de milicias, es decir paisanos armados, con más entusiasmo que combatividad, los cuales ocuparían la torre y las casas que rodeaban la puerta, mientras que Pineda con algunos de los soldados de La Reina, bajarían para reducir a la guardia y hacer frente al resto de la guarnición, cayendo todos al huir los primeros.
Las dos compañías del escuadrón de Ubrique, que no participaron en la acción, en su retirada, entraron en Villamartín, guarnecida por ciento treinta imperiales del regimiento que tenía la cabecera en Arcos de la Frontera, los cuales tomados desprevenidos fueron arrojados del pueblo, teniendo que huir por las barrancadas del río Guadalete, persiguiéndoles la caballería hasta más allá de Bornos.
Este tipo de acciones, que la presente es una muestra y que seguramente se produjeron otras muchas sobre las distintas posiciones francesas, aunque aparentemente no tuvieron éxito, siendo todas derrotadas, consiguieron el objetivo estratégico que, desde Cádiz se pretendía, que era mantener en permanente alerta a los imperiales, hipotecándolos al terreno e impidiéndoles constituir una masa de maniobra lo suficientemente importante, como para batir a las tropas aliadas.
NOTAS A LAS FIGURAS:
Figura 1: Ocupación francesa de Andalucía en 1810.
Figura 2: Croquis de la acción de Zahara de la Cartoteca Histórica del Servicio Geográfico del Ejército.
Figura 3: Cuadro de la batalla de Fuengirola, que se conserva en el Museo Polaco del Ejército.
Figura 4: Peñón de Gibraltar en 1813.
Figura 5: Bahía de Algeciras en 1813.
Figura 6: Fondeadero de Tarifa en 1813.
Figura 7: Fondeadero de Marbella en 1813.