22 junio, 2011

La Civilización Cristiano Occidental

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Rafael Vidal
Doctor en Historia por la Universidad de Granada

Pensadores_de_la_Historia_Figura_1Pocas personas pueden presumir –no conozco a nadie-, de haber leído los diez tomos del “Estudio de la Historia” de Arnold J. Toynbee. Hace muchos años, adquirí en ediciones de bolsillo de Alianza Editorial (1971), el compendio, que en dos tomos, realizó un entusiasta seguidor del emérito profesor, D. C. Sommervell, el cual intentó transcribir de la forma más comprensiva posible las reflexiones de aquel. Recuerdo con verdadera angustia su lectura, tal vez debido a mi juventud, menos de treinta años, y al continuo volver atrás, ante el callejón sin salida con que me enfrentaba en tan arduo razonamiento.

Con otro libro sufrí las mismas angustias, siendo de naturaleza completamente distinta y fue cuando el profesor de filosofía, en un lejano año 1970, en la facultad de Ciencias Políticas, Económicas y Empresariales de la Complutense, nos fijó como trabajo la lectura el libro de Hegel “Fenomenología del Espíritu” y del que desgraciadamente solamente me han quedado aquellos razonamientos de “ser en sí”, “para sí” y “para sí mismo”. Al final, todos los de la clase, optamos por la vía indirecta, es decir intentando comprender el pensamiento hegeliano a través de los “divulgadores” de la filosofía, siendo esclarecedor Johannes Hirschberger, con su “Historia de la Filosofía”, desde la página 256 a la 275; “Reexamen de Hegel” de John Niemeyer Findlay (este bastante más denso) y otro libro, aún más divulgativo, que debo tener escondido en algún lugar de mi biblioteca: “Historia sencilla de la Filosofía”, creo que de Rafael Gambra.

No me resisto a dejar de trascribir el estudio sobre el método dialéctico de Hegel, “lo que Hegel dice acerca de su dialéctica”, por supuesto según la opinión de un estudiante universitario de 22 años. El lector que se encuentre con esta columna, puede perfectamente eludirla:

“No es un método deductivo. No estructura una serie de definiciones y axiomas simples y deduce todas las demás. El mismo Hegel ataca dicho método por creerlo no apto para el pensamiento filosófico. Hegel considera la pobreza del objetivo de las matemáticas, ésta solo se convierte en dialéctica en sus extremos, cuando se ve obligada a estructurar conceptos nuevos como: infinito, infinitésimo e inconmensurable.

El sistema deductivo, es llamado por Hegel, el “pensamiento del Entendimiento”, quita toda posibilidad de pasar de unas ideas a otras, debido a que lima y recorta esas mismas ideas.

Sin embargo Hegel no descarta el Entendimiento, le considera importante: “es un elemento esencial para el hombre cultivado”.

Hay que tener en cuenta que nuestra Entendimiento se contenta con aplicar categorías y principios al material de la experiencia. La Razón va más allá de los horizontes de la experiencia.

Para Hegel el objeto de una proposición filosófica no adquiere un contenido definido, sino a medida que vamos haciendo predicaciones mentales sobre el mismo en nuestro pensamiento, en un proceso en el que podemos vernos forzados a violentar el uso normal de nuestros predicados: Decir que el alma es finita y también infinita.

La dialéctica se opone a las inflexibles nociones aisladas, axiomas y reglas del Entendimiento.

Catedrales_Figura_2El aspecto dialéctico del Pensamiento es “su tendencia interior a salir de si mismo”. Entiendo que en este aspecto, Hegel opina que es infinito, al contrario que el Entendimiento

No debe la dialéctica identificarse con la sofística, las contradicciones de Hegel son verdaderas y no meramente aparentes.

Hegel reconoce la presencia de su dialéctica en los antiguos modos de argumentación conocidos: los eleatos contra el movimiento, la “ironía” de los socráticos, con su echar por tierra, sin excepción, todas las pretendidas definiciones, como el desarrollo de las ideas en diálogos platónicos. Es sin embargo, en las antinomias de Kant, donde está la expresión más moderna de la dialéctica.

Kant muestra que nuestras nociones de tiempo, espacio y dependencia causal pueden desarrollarse en sentidos contradictorios. Además por estas contradicciones son “esenciales y necesarias”.

Kant opina que esas contradicciones han de achacarse al Pensamiento, a la razón o al Espíritu. Hegel las ve también en las cosas. Atribuye las contradicciones al mundo (no son subjetivas).

Dialéctica, dice Hegel, es el principio de todo movimiento y de toda actividad que encontramos en la realidad. Sabemos que todo lo que es finito, en vez de ser estable y último, es más bien cambiante y transitorio. La dialéctica se manifiesta en los cambios de humor, las revoluciones políticas, cuerpos celestes, etc.

La dialéctica no es el fin de la filosofía, es solo un momento y deberá ser superado por la Razón o por el Pensamiento especulativo. Así el Entendimiento, su objeto, ha sido, separar y oponer ciegamente pares de conceptos opuestos. La dialéctica ha demostrado que esos conceptos o se reducen o son la misma cosa, y por último la Razón, integra tales nociones en nuevas unidades, en las que se pondrán de manifiesto que se requieren unas a otras y que las unas son condiciones necesarias de las otras.

Hegel no piensa que la armonía de la Razón implique ninguna repulsa a la desarmonía de la Dialéctica, estas pueden ser superadas, y en esta superación está su perpetua conservación.

Capilla_Sixtina_Figura_3Un ritmo dialéctico implica una triplicidad de pasos: 1º Entendimiento, 2º Contradicción y 3º Estabilidad (Razón).

También la dialéctica puede verse como triádica, en cuando dos abstracciones opuestas, pero complementarias se desarrollan más o menos concurrentemente y son luego ajustadas en un sistema racional.

Esta tríada de tesis, antítesis y síntesis, no son muy usadas por Hegel, sino por Fichte”.

Después de esta disquisición filosófica, volvamos al tema que nos ocupa.

Toynbee nos descubrió el concepto de “civilización”, como una forma de cultura claramente diferenciada de otras, relacionando cerca de treinta civilizaciones, algunas desaparecidas, otras detenidas o fosilizadas, otras activas, al mismo tiempo que consideraba a unas vástago de otras. Su objeto principal de estudio es la civilización o sociedad “Cristiano Occidental”, distinguiendo en la actualidad cuatro sociedades de la misma especie:

1. Sociedad Cristiana Ortodoxa.
2. Sociedad Islámica.
3. Sociedad Hindú.
4. Sociedad del Lejano Oriente.

(en ocasiones es difícil diferenciar los dos conceptos, de sociedad y civilización, al leer a Toynbee a través de Sommervell, a su vez traducido al español)

Mejores plumas que la mía pueden opinar sobre “filosofía de la historia”, rama de la Historia o de la Filosofía, según se mire, que trata sobre la evolución de la historia, de cómo los hombres crean el devenir, en cierto modo la historia en sí misma, porque todo devenir cuando pasa, ya es historia.

Aunque esta disciplina histórico/filosófica comenzó hace escasas centurias, se considera como “enseñante” a San Agustín, con su “Ciudad de Dios”, en el cual era el propio Dios y Su Hijo Jesucristo los hacedores de la historia que llevaría irremediablemente al “Reino de los Cielos”. Para otros autores la historia se nutre de las fricciones entre el bien y el mal, y mucho más recientemente, Marx indicaba, que era consecuencia de la “lucha de clases”.

Altar_de_san_Luis_De_Toulouse_Figura_4Según Toynbee una de las civilizaciones existentes, es la “Cristiano Occidental”, abarcando gran parte de Europa, el continente americano, casi en si totalidad, Australia y otras zonas de África y Asia, en esta en una mínima parte. Esta civilización gira constantemente en torno a la religión cristiana, tanto católica como anglicana o protestante, incluso algún tratadista la ha denominado “judeo-cristiana”, dejando de lado a la ortodoxa o cristiano oriental, en sus dos vertientes: griega y rusa.

La civilización Cristiano Occidental ha bebido siempre de la filosofía, primero platoniana y aristotélica, siendo difícil la asunción del segundo y de lleno, con su teoría de las ideas, de Platón, la cual cruzó el imperio romano y se insertó en el cristianismo durante cientos de años, pasando por la escolástica, y más recientemente por Kant y por Kierkegaard, para de pronto, bien entrado el siglo XIX, el sentido de Dios, deja de ser el eje de la filosofía, abriéndose nuevos horizontes hasta entonces casi sin explorar.

Toynbee describe la vida de una civilización, en su nacimiento, bien por fusión o por vástago de otra u otras, en este sentido la que nos ocupa es descendiente de la romana, helénica e incluso minoica. Tras “nacer”, la civilización se “desarrolla”, luego sufre unos “tiempos revueltos”, para llegar al final a un “colapso”, que provoca su desaparición y el nacimiento de una nueva civilización.

Creo recordar que Toynbee murió a mediados del siglo pasado, por lo que hablaba de “tiempos revueltos”, con los datos que en aquellos momentos se mostraban en su presencia. ¿En qué situación se encuentra nuestra Civilización Cristiano Occidental?

En primer lugar aparecen unos síntomas de fusión, cada vez más intensos, entre las civilizaciones cristianas occidental y oriental, de tal manera y en gran medida gracias a la Unión Europea, se podría hablar de una sola, asumiendo ambas el calificativo de occidental, quedando un poco descolgada la sociedad rusa, integrándose algunas de las antiguas repúblicas socialista soviéticas europeas en Occidente. Toynbee no pudo predecir que en transcurso de varias decenas de años, se produjera esta sensible transformación social y cultural.

Hemos dividido la Historia en edades o eras, comprendiendo una prehistoria y unas edades antigua, media, moderna y contemporánea, pero ¿es válida esta división para todas las civilizaciones?, desde luego que no. Esta distribución del tiempo histórico solamente puede efectuarse sobre la civilización cristiana, pero no puede aplicarse a las civilizaciones extinguidas, como la “egipcíaca” en donde su historia comienza dos mil años antes de Cristo, mientras Europa era pura prehistoria; ni tampoco a las fosilizadas, como la de los “incas”, actualmente resurgiendo con el acceso al poder político de sus descendientes. No digamos la todavía viva, civilización del Lejano Oriente, que alcanzó una madurez cientos de años antes que el imperio romano estableciera el concepto de “estado universal”. Incluso la Islámica, nacida varios siglos después de la era cristiana y cuya división no concuerda con la que nosotros estudiamos en los textos.

A raíz de la muerte de Teodosio el Grande, se da carta de naturaleza a la existencia de dos civilizaciones cristianas: la occidental y la oriental y mientras que en Occidente, el paso de la edad antigua a la oscura media, se produce tras la desaparición del último vestigio del imperio, con la deposición por Odoacro del emperador Rómulo Augústulo, cayendo gran parte de Europa en la anticultura, el imperio de Oriente o Bizantino, disfrutó de cientos de años de esplendor, con un auge extraordinario de las ciencias, la técnica, la medicina, la economía, el comercio, etc., de tal manera que no se puede asignar a esa parte de la Cristiandad que se encontrara en la edad media.

La caída de Constantinopla significó el traspaso a la edad moderna y la Revolución Francesa a la contemporánea, sin que la división, sea una cuestión global, sino simplemente didáctica y a efectos de determinados pueblos europeos.

Virgenes_Cristos_Santos_Figura_5Nuestra civilización Cristiano Occidental es descendiente de la civilización romana, cristianizada desde el emperador Constantino. Posteriormente cuando tratemos los “tiempos revueltos”, hablaremos de la perspectiva con la que se quiere presentar aquel paso a la cristianización, pero se quiere señalar que la entronización de la Iglesia en el estado romano, desvirtuó sus esencias, lo hizo más intransigente y menos abiertos hacia otras culturas y sensibilidades. Este razonamiento cae por su base, dado que fue precisamente el problema contrario, cayendo la Iglesia en manos del poder político estatal romano.

Hasta principios del siglo IV, la Iglesia Cristiana era una creencia más dentro del imperio, con la diferencia que disponían de una única deidad y de un representante en la tierra, lo cual chocaba frontalmente con la existencia de un dios emperador, gobernador en este mundo y portavoz de los dioses de todos los pueblos. Esa dicotomía en un imperio que había nacido con vocación de “estado universal”, fue la causa de las sucesivas persecuciones que sufrieron los cristianos, no por serlo, sino por no acogerse a los parámetros laico-religiosos que imperaban.

Tras Diocleciano el imperio romano empieza a descomponerse, necesitando de un aglutinador que volviera a hacer resurgir el espíritu de conquista y resistencia, contra los pueblos nómadas y bárbaros que se expandían por las distintas fronteras del imperio y que veían con envidia el bienestar reinante, comparándolo con las penurias por las que ellos pasaban.

Constantino lo vio claro, volviendo a la génesis del “estado universal”, pero esta vez de la mano del cristianismo, estableciendo una diarquía, es decir, considerando dos representantes de Dios en la tierra, una defensora del espíritu y otra de los intereses materiales. Uno de los títulos ostentados por el emperador romano, pasaba al representante espiritual y desde entonces se denomina al papa el Sumo Pontífice.

Con el pacto con Constantino la Iglesia perdió su libertad, a través de una entrada en el aparato del estado, situación que ha permanecido durante centurias, siendo en España la última reminiscencia, el derecho a la designación de obispos, que fue “devuelto” a la Santa Sede por Don Juan Carlos I. En la película “Ágora” se intenta hacer ver la intransigencia de la religión cristiana con respecto a otras creencias, es como “dar la vuelta a la tortilla” cuando antes eran los perseguidos, pero tanto antes como ahora, los que perseguían no reivindicaban la religión como bandera, sino que era la política, que no querían ninguna desavenencia y por tanto agitaciones populares y movimientos desestabilizadores dentro de los límites del imperio.

Mucho más recientemente, tras la conquista del reino de Granada por los Reyes Católicos, se origina una “violencia” física y mental, para la conversión de los musulmanes al cristianismo y en caso contrario la expulsión. Estos hechos no fueron originados por la religión, sino por el Estado, por los propios reyes, que deseaban la seguridad en sus dominios y que los enemigos exteriores, no tuvieran “quintas columnas” en el territorio conquistado. Muchos de aquellos musulmanes se convirtieron al cristianismo, siendo denominados “moriscos”, pretendiendo seguir practicando su fe en la intimidad, craso error, porque los soberanos cristianos, habían descubierto un instrumento fundamental de seguridad: la Inquisición, que si bien no podía perseguir a los no creyentes, sí podía hacerlo sobre todos los cristianos que se desviaran de las buenas prácticas religiosas, siendo los moriscos presa fácil para aquellos frailes recalcitrantes y políticos a sueldo del poder.

Con todo lo anterior, se quiere recalcar que la sociedad/civilización, con sus defectos y virtudes, “vástago” del imperio romano, tiene con todo derecho a considerarse como “Civilización Cristiana”, antes Occidental y Oriental y hoy “Cristiano Occidental”.

El hecho cristiano religioso ha impregnado toda la convivencia de esta civilización. De hecho no existe nación, estado, pueblo o ciudad, que no tenga como patronazgo a una advocación de la Virgen María y/o a unos santos. Internet hoy día facilita el conocimiento y no hay más que entrar con estos títulos y recogeremos cientos de advocaciones marianas y miles y miles de santos, que ante momentos de angustia, se han tomado como patronos ante la desventura, sea un milagro o casualidad, en aquellos momentos el colectivo superó su situación de peligro.

Como artillero tengo a Santa Bárbara como patrona, en alguna ocasión he visto cuestionar su existencia, sin embargo no he conocido una santa más universal, de tal forma que se pueden encontrar iglesias, ermitas, poblaciones, gremios, profesionales, etc., que la tienen como patrona en las cinco partes del mundo. Personalmente he visto su huella, aparte de España, en Italia, Suecia, Inglaterra, Alemania, Dinamarca, EE.UU, México, Brasil, Chile, Argentina, por citar algunos de los países a donde he sido comisionado cuando era militar en activo.

Las calles de los pueblos y ciudades occidentales llevan como rótulos advocaciones de Cristo o de su Madre y no digamos de santos.

Entierro_conde_Orgaz_Figura_6Más de ochenta por ciento del arte existente en Occidente es religioso. ¡Cómo, por tanto, puede decirse que no vivimos en la civilización Cristiana Occidental! Todas las actividades populares, las fiestas, las rememoraciones y conmemoraciones, todo, todo, todo, rezuma religiosidad, y es contemplado y vivido, con fervor para los creyentes y como un hecho de su cultura social para el resto.

Algunos de nuestros grandes pensadores se declararon agnósticos, pero no invalidaba para que consideraran que se encontraban inmersos en esta civilización cristiana, y como exclamaba Unamuno ante la ausencia de su fe y la envidia para las que la poseían.

Charles Moeller y anteriormente Menéndez y Pelayo, sus obras “Literatura del siglo XX y Cristianismo” e “Historia de los heterodoxos españoles”, hacen ver la gran desesperación de los que no tienen esperanza, en contraposición a los que esperan y ello le da fuerza e impulso para vivir y sobrellevar las contrariedades.

De pronto a finales del siglo XX y principios del XXI un laicismo virulento y cruel, ha lanzado una potente ofensiva sobre la civilización imperante en nuestra parte del mundo: la “Cristiano Occidental”. ¿Estamos pues en lo que anunciaba Toynbee del inicio de los “tiempos revueltos”, preludio del “colapso” de la civilización”.

Por todos los frentes se ataca a nuestra civilización, desde el interior y exterior, incluso desde distintos sectores y puntos de vista: religioso, social, filosófico, político, cultural, etc.

Causó verdadera consternación en amplios sectores sociales que la nonata Constitución Europea, eludiera en su preámbulo sus raíces cristianas, como si eso fuera un demérito, un símbolo retrógrado o un intento de romper con el pasado, siendo en realidad un gesto de agrado hacia una mínima parte de la población que por convicciones morales o de otra índole, no desean que aparezca el cristianismo como base de la sociedad que vivimos y civilización que compartimos. En este sentido se puede acusar de “cobardía” a una de las grandes corrientes políticas occidentales, la “democracia cristiana”, que está haciendo una ostensible dejación de sus deberes y derechos fundacionales.

Este intento de separar radicalmente la vida social de la religiosa, explicando que la última es manifiesto de lo íntimo de la persona humana y que por tanto solamente en su círculo privado debe aplicarlo, cae por su base, y ante ello la Iglesia y a la cabeza el Papa, Benedicto XVI, inciden en que es imposible la separación del cristianismo o simplemente del hecho religioso de la sociedad.

Parabola_de_los_ciegos_Figura_7Infinitos argumentos pueden emplearse, pudiéndose poner por ejemplo, al menos en España, cuando el actual Presidente del Gobierno español, que se declara partidario de esta separación, invita a visitar y enseña personalmente la catedral de León a ilustres autoridades extranjeras. ¿Cómo la muestra? ¿Cómo imagen cultural? ¿Cómo obra de arte?, en fin la puede mostrar como quiera, pero es evidente que representa al más genuino arte de la civilización “Cristiano Occidental”

El acto de la misa ha sido suprimido de cualquier acto oficial, aunque se conmemore el día del Patrón del cuerpo, lo cual parece un contrasentido, celebrar un patronazgo religioso, sin ningún acto de este signo (como casos esperpénticos se celebran los “bautizos” y “primeras comuniones” civiles). Hace años, estando todavía en activo y al mando de una unidad militar, un soldado (recogiendo con tal expresión a oficiales, suboficiales y tropa), se negaba a formar con las baterías que se alineaban en el patio de armas, alegando que él no era católico, por lo que no tenía que asistir a ningún acto religioso. Lo llamé a mi presencia y le indiqué que aquello no era un acto religioso, sino militar, dentro del cual había un acto de la religión mayoritaria, al igual que un acto comunitario, y que posteriormente habría homenaje a los caídos y desfile, comentándole que durante parte religioso, él simplemente se mantuviera en la formación, sin tener que compartir ningún sentimiento, debiendo ser su comportamiento, el mismo que cuando acude a un entierro de un familiar o amigo que profesa una religión y el funeral se celebra de acuerdo a ella. le preguntó si estaba convencido y me contestó que sí. Formó, no sé si convencido.

Desde el ámbito científico, también se ataca a la civilización Cristiana Occidental. Stephen Hawking asegura que la física moderna no admite la existencia de Dios en su libro ‘The Grand Design’, dejando en evidencia a Isaac Newton, que afirmaba que el creador del universo y organizador del caos únicamente podía ser Dios. Hawking habla que la “creación espontánea” es la única razón de la existencia y evolución del cosmos. Al no haber leído el libro, dado que se editará en septiembre de 2011, hay que referirse a científicos cristianos autorizados, los cuales aseveran que la teoría de la “creación espontánea” no la sustenta el astrofísico británico en ninguna teoría física o matemática, sino en una observación empírica, al conocer la existencia de un sistema planetario similar al de la Tierra.

Virgen_de_la_Roca_Figura_8Hegel, decía que las matemáticas y las ciencias en general, cuando tienden a los extremos entran en el campo de la filosofía, en lo que él llama dialéctica, y Hawking, intenta explicar con teorías físicas lo que no puede ser abarcado por la materia.

Benedicto XVI, personalidad teológica sin precedente, en una palabras dirigidas a la Universidad Católica del Sagrado Corazón en su 90º aniversario, expresa claramente esta concepción de una civilización cristiana, al decirles: “fe y cultura están intrínsecamente unidas”, y más adelante escribe: “En el Evangelio se funda una concepción del mundo y del hombre que no deja de liberar valores culturales, humanístico y éticos”. Afirmando, con ello, que no puede separarse, de forma global, en nuestra civilización la fe cristiana de la cultura, porque ambas se complementan.

La civilización romana desapareció por la presión de unas minorías exteriores que fueron ocupando tierras y más tierras del imperio, introduciendo sus costumbres y sus culturas. La evolución a otra civilización: la Cristiano Occidental, no fue tan trágica, gracias a que los invasores, en gran medida profesaban el cristianismo, aunque fuera considerado herético por la Iglesia Romana.

Ahora, sobre la sociedad cristiano occidental se ciernen una serie de amenazas, a modo de invasiones, que pretendiendo servirse del bienestar de Occidente, quieren mantener sus costumbres, su religión y su cultura. Si la invasión de los bárbaros duró más de doscientos años, esta nueva invasión se producirá en dos o tres generaciones, estando muchos países occidentales en, con cerca del veinte por ciento de su población de otra civilización.

En América, aparentemente más alejada del islamismo, se ciernen sobre ellos civilizaciones fosilizadas, que han despertado con gran virulencia.

Estamos pues en los “tiempos revueltos”, preludio del “colapso” de la civilización, que explicaba Toynbee. ¿Se da cuenta la Civilización Cristiano Occidental de esta amenaza a su existencia? ¿Se pueden atemperar los “tiempos revueltos”? ¿Son conscientes los líderes políticos y gobernantes, que es preciso tomar medidas?

Con este recuadro solamente se ha pretendido exponer una hecho histórico, el de las civilizaciones y más concretamente la “Cristiano Occidental”.

Rafael Vidal Delgado
06.06.11

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